Sigo revisando viejos textos que tengo acumulados por el ordenador. El siguiente es un texto del 30 de julio del 2010. Trabajo de trasfondo para una historia un poco más larga, una pesadilla recurrente de uno de los personajes principales que, en un principio, le tenía que hacer pensar en varias cosas, posibles paralelismos con su realidad. En su momento lo dejé a medias, porque la historia principal se fue hacia otros argumentos, pero poco después lo alargué un poco para dejarlo "acabado". Posteriormente escribí dos textos más sobre los personajes de esta "pesadilla" para completar un poco más la historia. Teniendo en cuenta esto, el siguiente sería el texto que concluiría esa trilogía.
Pesadilla
Huía.
Llevaba más de dos horas
corriendo entre los árboles de aquel bosque que apenas había pisado en su vida.
Paró durante unos minutos, exhausto, mientras se apoyaba en uno de los árboles
que había para intentar recuperar algo de aliento. Pero lo único que consiguió
fue volver a toser, y volver a sentir dolor en sus heridas, mientras su
estómago se le revolvía. Escupió la bilis, entremezclada con la sangre que se
le había acumulado en la boca y, una vez más, se limpió con la ya manchada manga
de su camisa. Podía oír los cascos del caballo del hombre que le perseguía,
cada vez más cercanos, y estaba dejando un rastro demasiado evidente. Sabía
perfectamente que de vez en cuando le concedían cierta ventaja, y que todo eso
se acabaría cuando se rindiera o cuando su amo se cansara de ese maldito juego.
Pero nunca antes había utilizado un caballo.
Se incorporó, había estado
demasiado tiempo apoyado en el mismo árbol. Intentó ignorar los quejidos de su
dolorido cuerpo y volvió a correr, a huir, mientras deseaba no acabar
desorientado, dando vueltas por la misma zona. Sabía perfectamente lo que le
pasaría si lo capturaban, ya lo había visto antes.
Había tenido el
desagradable honor, como favorito del amo, de ver como éste, cada vez que
aborrecía alguno de sus juguetes, ideaba diversiones parecidas para luego
regalarlos, o subastarlos o simplemente deshacerse de ellos si quedaban
inservibles. Y ahora que alguien ocupaba su lugar, él ya no era necesario.
Siguió corriendo, las
sombras de la noche comenzaban a aparecer y con suerte dejarían de perseguirle
y podría ser libre. Tropezó con las raíces de un árbol y cayó al suelo. Al
intentar incorporarse supo que había perdido al ver a su amo sonriéndole, cómo
ya había hecho un año atrás, cuando entró a su servicio.
Las deudas de su padre le
obligaron a buscar trabajo como criado. Su señor tan solo tenía un par de años
más que él, y era el único ser de aquella zona que tenía el cabello dorado.
Pero tan solo necesitó dos meses para ver la crueldad del ser al que debía
llamar amo, para el que había pasado a ser un simple esclavo al que casi había
encadenado a su lecho.
Se despertó mareado, a
oscuras, desnudo y con las heridas vendadas. El suave tacto de las sábanas de
seda que lo cubrían le decía que había vuelto al lugar que le habían
arrebatado, pero su mente ya no quiso ir más allá. Las heridas de su cuerpo
apenas le dolían, y un ligero sabor metálico inundaba su sed.
Poco a poco sus ojos se
habían ido acostumbrando a la penumbra y al girarse le vio a él, a su amo,
observándole y sonriendo. Se quedó inmóvil mientras su amo alargaba los brazos
para rodear su cuerpo y atraerlo hacia él. Notó el frío aliento de su amo en su
cuello, y en ese momento supo que esa noche iba a morir.
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